Por qué empezar a ver ‘Severance’ para nunca separarte de ella

Los relatos que ponen un elefante en la habitación mientras se juega a una especie de Twister para tratar de esquivarlo siempre han despertado una enorme curiosidad en el espectador. A veces, el elefante es el propio mundo y los personajes que se mueven dentro de la habitación no son capaces de verlo. Aunque se choquen con su trompa, aunque afecte a su vida, aunque un ser querido desaparezca sin dejar rastro devorado por el elefante. En el formato serie, aunque no era la primera vez, el tipo de relato que causó el mayor impacto en este sentido fue la que en lugar de una habitación nos ponía dentro una isla desierta cuyos personajes llegaban allí por un accidente de avión. Los misterios eran insondables y parecían no acabar nunca en la isla a la que llegaron los personajes de Lost. El elefante dejaba sus huellas sin llegar a mostrarse temporada tras temporada. Severance (Separación en español), la serie estrenada en 2022 en Apple TV y dirigida por Dan Erickson, Ben Stiller (sí, ese Ben Stiller) y Aoife McArdle es ese tipo de relato. En esta serie no hay que desplazarse a un lugar remoto para que, como espectadores, empecemos a atisbar al elefante. La sombra del elefante, en esta serie, aparece cuando los personajes van día tras día a trabajar a la oficina. Así como los personajes de Lost se topaban con los eventos para los que no tenían explicación lógica, los personajes de Severance no se plantean la posibilidad de que los eventos que viven sean extraños. La causa de esa falta de extrañeza por parte de Mark y sus compañeros es la simple premisa de la serie: cuando entran a la oficina, los personajes olvidan su vida fuera del trabajo; sus recuerdos son, literalmente, separados. La complejidad de esto no la imaginamos hasta que no empezamos a profundizar en los abismos del relato. Esto es, dos identidades en un mismo cuerpo que no se conocen entre sí. Con todas las implicaciones que esto puede tener. Primero, imaginen. Luego, vean la serie si es que no lo han hecho ya. Me adentro en este punto en potenciales spoilers de la primera temporada. Si la primera temporada ponía los ingredientes de su planteamiento para hervirlos a fuego lento, en enero de 2025 daba comienzo la segunda temporada para empezar a sacar el guiso. Con esta nos adentrábamos en el grueso nudo del relato, las implicaciones que un planteamiento así pueden tener. Directos al elefante: quiénes somos en un contexto radicalmente distinto, qué queda de nosotros sin ese contexto ni los recuerdos de nuestra vida , cómo podemos amar a alguien que nunca hemos amado… ¿desconectaríamos nuestra mente ocho horas al día para no soportar el dolor que supone la muerte de nuestro ser más querido? Sin haber podido evitar plantearme algunas de las mías, no quiero plantear más preguntas que la serie suscita, pues la gracia es precisamente que cada cual se plantee las propias. A medida que avanzan los episodios se van planteando a veces explícita, otras implícitamente, dichas cuestiones: A unos les mantendrá enganchados la intriga episódica de los finales, que lo tiene, y a otros la intriga general; lo que marca el elefante y su función. Algunos se interesarán por las preguntas que la serie plantea al espectador, aunque las responda a su modo. Habrá otros que se interesen por las preguntas sociales, a otros las filosóficas existenciales, a otros las morales. A la mayoría, quizá, todas ellas. Y, por supuesto, habrá quienes no conecten en absoluto con la serie, pues su excentricidad autoconsciente es una barrera que no es universalmente superable. Por poner un símil que se entienda, la primera temporada plantea que podría haber una bomba oculta en alguna parte. A medida que avanzan los episodios, esto se nos va confirmando con un pitido de alarma cada vez más insistente. En la segunda, la bomba estalla, y todo lo que sale de ella son pequeños elefantitos que incitan a querer destriparlos con ansiedad. Algo profundamente inquietante se encuentra en sus entrañas, algo que da la respuesta al funcionamiento de ese mundo. Tenemos respuestas, pero muchas quedan para una tercera temporada ya confirmada. Severance entra en la categoría de distopía, por ese mundo posible que no es el nuestro pero podría serlo, siempre desde una percepción negativa de la realidad. Habrá quien considere esto una extraña utopía, al menos cuando la serie está arrancando y somos casi tan inocentes como los personajes. Si se piensa en utopía más allá de esos hechos, es usted sospechoso de adorar al pseudo-Mesías de Kier o ser un pez gordo de Lumon. Sin embargo, estoy seguro de que no dejaríamos de sorprendernos de todos los que están dispuestos a someterse a la separación si eso fuera posible. Ya existen otros métodos para alejarse de la realidad, y desde luego son tan moralmente debatibles como cuantiosamente empleados. Imaginamos que es una distopía porque algo está mal, hay algo podrido detrás de la sonrisa del señor Milchick, aunque al entrar no sabemos por qué. En la segunda temporada la inquietud que nos despierta la serie muestra su razón de ser. Existen dos tipos de distopías: las primeras revelan los artificios de su mundo desde el principio, aunque se oculten algunos para mantener la intriga. Las segundas ocultan los artificios del mundo ficcional planteado para desarrollar el gran misterio. Si Los Juegos del Hambre es del primer grupo, Matrix, Separación o incluso Attack on Titan son del segundo. El siguiente párrafo contiene potenciales spoilers de la segunda temporada. El final de la primera temporada dejaba la serie en el clímax al mostrarnos a todos nuestros personajes fuera del trabajo con su identidad de dentro. Los llamados dentris veían el mundo exterior y con quiénes están compartiendo su cuerpo. La segunda, aunque mantiene su ritmo sosegado en varios capítulos, va dando respuestas a lo que está pasando en realidad mientras nosotros nos planteamos preguntas cada vez más complejas. Y el final de la segunda temporada explota por los aires. Es como si la emotividad hubiese estado suspendida, como si las pasiones se hubieran restringido durante 18 capítulos para que puedan fluir con toda su violencia en este último. El cambio de tono funciona, aunque habrá quien prefiera esa tensión contenida a la que se libera. Los mejores momentos a menudo están en la calma y no en la tormenta. Y hasta aquí Severance. Que cada cual se haga sus propias preguntas y deje hablar a la serie por sí misma. Desde luego, estas no dejarán indiferente a nadie. Mi sensación es que, a diferencia de la improvisación semanal de Lost, en esta caso las respuestas ya estaban en la mesa de los creadores antes de formular las preguntas. Aunque no vayan a ofrecérnoslas por el momento. Esto, ni mucho menos, acaba aquí. Yo doy las gracias por ello, pues si en la primera temporada tenía la sensación de estar ante una de las mejores series del siglo, en la segunda siento que estoy ante una de las mejores creaciones de ciencia ficción jamás vistas.

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