“El café frío, la cerveza caliente” es el nuevo libro de Paola Roig, presentado la primera semana de abril. La novela retrata la vida de Mariona, una madre millennial que tiene toda su vida armada pero que, un día, comienza a preguntarse si es allí donde realmente quiere estar.
Hemos tenido la oportunidad de entrevistar a Paola Roig, que se identifica como autora, madre, psicóloga y feminista (aunque no necesariamente en ese orden). Es psicoterapeuta y desempeña su labor acompañando a mujeres en los distintos estadíos de su maternidad.
Luego de dos ensayos escritos, “La crianza imperfecta” y “Madre”, Paola Roig se adentra en este nuevo género con un tono relajado, genuino y claro. Son las 10 de la mañana y me siento frente a la computadora con las preguntas listas para repasarlas. A las 11 am, marco su número y espero…Casi al instante, al otro lado del teléfono, me encuentro con una voz muy cálida y llena de entusiasmo. Me presento y rápidamente todo fluye con comodidad.
Pregunta: Luego de dos libros de no ficción publicados, ¿cómo surgió la idea de indagar en el formato novela? ¿Te lo propusiste?
Respuesta: Cuando mi editora me pidió un tercer libro, después de los dos ensayos anteriores, pensé que no tenía nada más que contar en este formato. En cuanto ensayo, está todo volcado. Así que la sensación fue un poco “tengo algo que contar pero en otro lenguaje”.
P: ¿Qué tanto hay de vos en lo que narra este libro? ¿Y qué tanto hay de distintas experiencias que le sucedían a personas cercanas o que conoces siendo terapeuta?
R: Hay cosas de mí, claro. Una frase que lo describe muy bien y, que no recuerdo de quién es pero que se me viene mucho a la cabeza, es: todo retrato es un autoretrato. Es imposible que no se te escapen cosas de ti. Hay partes de mi, de mis amigas madres, de mis pacientes, de cosas que observo en el parque con otras madres.
P: ¿El lenguaje tan ameno y cercano, fue una decisión como para conectar más con las lectoras? ¿O fue algo que te salió naturalmente?
R: Sí, fue natural. Esa es mi manera de escribir. Me sale así. Escribo en redes, interactúo con este tono y desde siempre me ha gustado mucho.
P: Yo al menos no tengo hijos, y sin embargo me sentí interpelada en muchas partes, y de hecho me dejó reflexionando. Creo que supiste transmitir muy bien esto de que las mujeres después de ser madres, siguen siendo mujeres. ¿Contemplaste el hecho de que podían leerlo mujeres que aún no son madres?
R: Esto es una reivindicación. Es muy común que, en cuanto temas de mujeres, se maneje todo por nicho. Cuando en contenido orientado para hombres no es tan así. Todo parece más de interés general. En el caso de la ficción, nos gusta leer o ver historias distintas. No hace falta haber vivido algo para que te guste la historia. Entonces cuando un libro o un contenido habla de madres, no quiere decir que solo sea para madres, por ejemplo. Se trata más de lo que nos pasa como mujeres. También, al fin y al cabo, todas venimos de una.
P: ¿Cómo ha influido tu propia madre en la forma en que narras la maternidad? Es decir, hay maternidades y maternidades. Algunas que piensan que es mejor no repetir la historia y otras para con las cuales existe una mirada más compasiva. A juzgar por tus otros libros, veo que propones tener la misma compasión para con ellas mismas.
R: Me pasó algo curioso. Tenía un plan de las cosas que quería que saliesen, de cómo iba a ir la novela. Pero escribir es como un espejo. Por ejemplo, había escenas con la madre de Mariona que no tenía pensadas pero que igual aparecieron. Fue fluyendo hacia ese lado y allí están. Creo que esta mirada de compasión o de dureza, tiene mucho que ver con la mirada que tenemos hacia nosotras mismas. A veces reclamamos y echamos culpas hacia afuera cuando, en realidad, lo estamos haciendo hacia dentro nuestro. Esta mirada de compasión tendría que ser de hacia atrás hacia delante, más bien.
P: Rai le dice a Mariona que no tiene que poder con todo sola. ¿Qué piensas sobre la carga mental que a veces se nos da tan instintivamente?
R: Es un mandato patriarcal más. Me da la sensación que es muy de mujeres. En un estudio se dijo que en promedio, los hombres cuando se independizan, no se cambian las sábanas en un período de 2 o 3 meses. Eso no pasa en las mujeres y de manera inconsciente se va transmitiendo de generación en generación. Es como decir: “como mi madre pudo, yo tengo que poder” Claro, ella pudo pero ¿a qué precio? ¿Qué se paga por poder con este todo? Es de los dolores más grandes de las madres millennials. Poder salir de este poder con todo.
P: Como psicóloga y feminista, ¿crees que la iniciativa emocional en los hombres se puede entrenar, y que el vinculo mujer-varón vaya evolucionando?
R: Si, yo creo que sí. Lula Gómez nos dijo que “el patriarcado se aprende y por ende también se puede desaprender”. Pero esto no es inmediato. Los procesos no son tan rápidos por más de que quisiéramos que así sea. Desde hace unos años estamos en proceso de crear un nuevo lugar. De que salgan de ese papel de padre proveedor que solo mantiene la economía de la casa y se va. Esto es el inicio de que eso cambie, entonces es normal que se hagan las preguntas. Que cometan sus errores.
P: Claro… es una mirada más amorosa hacia ello… Pasa mucho, incluso, con parejas que conviven pero que aún no tienen hijos.
R: Sí, es amorosa pero también en el momento es entendible que nos saque un poco de quicio. Cuando convives sin criaturas es un poco más fácil el maquillaje o hacer de cuenta que hay cosas que no están, pero cuando tienes hijos, ya no te puedes escapar de esa realidad. Cuando hay niños, es más doloroso ese contraste. Porque te pone de frente con este ideal feminista en que todo debería ser 50/50 y te das cuenta que no sucede así. Eso duele.
P: ¿Cómo definirías el objetivo que te propusiste al escribir este libro?
R: En un principio creo que el objetivo fue que la persona que lo lea diga “no estoy sola”. Pero por otro lado siento que es una invitación. Una invitación a dudar. Es lo que hace Mariona… atreverse a dudar de sus decisiones, de su modelo de vida, de su modelo familiar. Preguntarse.
P: Aparece la fantasía de la NPC, esa figura que no se cuestiona… ¿Qué le dirías hoy a esa parte tuya que alguna vez deseó no pensar tanto?
R: Le diría que la cosa está en poder moderar el volumen. Poder pensar cuando hay pensar y parar cuando hay que parar. Nada es ni tan blanco ni tan oscuro. Está bien pensar y dudar y también está bien no darle tanto espacio a absolutamente todo. Es un poco el papel que viene a cumplir Rai en la novela. Ser un poco esa ayuda para moderar el volumen de su cabeza.
P: La amistad femenina aparece como un salvavidas. ¿Qué lugar ocupan tus amigas en tu escritura y en tu vida?
R: Este libro lo escribo gracias a mis amigas, a mi pareja también, claro, pero, en general las mujeres tardamos mucho en darnos cuenta lo importante que son las amigas. La amistad femenina está muy poco explorada y romantizada. Siempre se muestra conflictiva. Incluso yo desde chica decía “prefiero tener amigos varones para ahorrarme complicaciones”. Qué pena haberme dado cuenta tan tarde (bueno, tampoco tan tarde, queda toda la vida) que las que nos sostienen son ellas. Igual, creo que tiene que ver con esta estructura patriarcal de la importancia de los vínculos… Esto de “la pareja es más importante que las amigas”. Y sí, a veces lo es, en su adecuado momento, pero también lo son los otros vínculos, como las amigas y es importante darles su espacio.
P: ¿Hay alguna escena en el libro que te hubiese gustado vivir en carne propia? ¿Y alguna que agradeces solo haberla escrito?
R: Yo creo hay cosas que me hubiese gustado vivir, sí. En realidad, cuando Mariona llega a la conclusión que llega, lo hace después de haber llevado todo al extremo. Creo que esa parte no es necesaria, o tal vez sí, pero me alegro de no haber tenido que pasar por ello. La intensidad de sentir que tiene Mariona me parece muy bonita. Mariona se maneja en extremos, puede disfrutar mucho o sufrir mucho. Pero es este sentir consciente el que la lleva por todo el recorrido y tomar las decisiones que toma.
P: ¿Qué frase te sorprendió al releerla? Esa que dijiste: “¿Esto lo escribí yo?”
R: Me paso releyendo escenas de Mariona con su familia. Momentos con su abuela. Yo tengo un vínculo muy especial con mi abuela. Y me pasó que releyendo algunas escenas pensé: qué ternura y que lindo homenaje a mi abuela se dio de esta forma.
P: A Mariona la salva el canto, el cigarrillo, el podcast, el abrazo de su hija, la pizza con Rai. ¿Qué pequeñas cosas te han salvado o te salvan a tí?
R: Las amigas. Las que me salvan son las amigas. Y permitirme estos pequeños placeres. Formas de salirse del mandato de las “buenas madres”, pequeñas gamberradas. Yo también tengo esos momentos a mi manera. Un poco nos salva esas cositas. Salir de fiesta con amigas, o con tu pareja. Un poco de lo que consta la vida misma.
P: ¿Te sirvió escribir la novela? ¿Fue terapéutico? ¿Describirías tu proceso de escritura como divertido o más como introspectivo?
R: Las dos. Así como los niños, los adultos también necesitamos jugar. Yo sentí que escribiendo estaba jugando. En momentos sufría, eso también estaba ahí, pero lo sentí como jugar. Me di cuenta que había sido terapéutico cuando hice la relectura ya habiendo terminado el libro, porque me permitió ver cosas que, tal vez antes, no veía.
Si quieren saber más de Paola Roig pueden seguirla en su Instagram @paoroig, o también, darse un paseo por su podcast La Vida Secreta de las Madres. El contenido es ameno e interesantísimo. También ofrece su acompañamiento como psicóloga perinatal junto al equipo de Pell a Pell en Barcelona.