Este es el mejor manga sobre música: «Blue Giant»

El tiempo es nuestro mayor enemigo, ¿cuándo es demasiado tarde? ¿En qué momento debemos rendirnos y dejar de luchar por nuestros sueños? En el cuarto tomo de Blue Giant, JASS está ya asentada como una prominente banda amateur que busca dar el siguiente paso en la escena del jazz de Tokio. Tamada sigue corriendo al ritmo de los bombos para pisar los talones de sus compañeros, Yukinori ve como es rodeado por un muro que bloquea el paso de sus dedos por la calzada de teclas de su piano y Dai, nuestro protagonista, quién con cada nota que exhala de sus pulmones consigue aumentar en tamaño, convirtiendo su figura sobre el escenario en la de un gigante azul.

El significado del jazz

A diferencia de otros géneros musicales, en los que los instrumentos sirven como engranajes para un fin mayor, el jazz es una lucha interna. A través de la sinergia que muestran en el escenario, estos deben de competir entre ellos mismos por tener la voz sonante. Una rivalidad que les retroalimenta para seguir mejorando. El talento innato de Dai genera en sus compañeros la necesidad de sobrepasar sus límites, obligados a ensayar sin descanso para no quedar atrás. Un esfuerzo doble, sus trabajos a media jornada les acaban agotando, el dinero que generan por cada bolo no es suficiente para subsistir. Pero ni con esta dificultad añadida, ni Dai ni Yukinori detienen su firmeza ante su principal objetivo: convertirse en estrellas del jazz.

La sensibilidad artística de Shinichi Isizuka consigue conmover al lector, sin importar si es amante del jazz o no. Desde el capítulo de Burnam Love hasta el momento en el que Ayaka escucha a su hermano tocar por primera vez el saxofón, construcciones narrativas que te hacen sentir como tus ojos se humedecen al terminar el capítulo. En el cuarto recopilatorio de Blue Giant no faltan tampoco este tipo de historias, situaciones con las que cualquiera se puede llegar a identificar. 

Cuando tus sueños te sobrepasan

Todo ser humano tiene sueños, aspiraciones, motivaciones que le impulsan a comenzar una carrera sin estar seguro de si acabará llegando a la meta. The Five se nos presenta como una banda de jazz treintañeros que ha quedado estancada, sin poder impulsar ni lograr aquello por lo que en un principio habían luchado con tanta determinación. El saxofonista principal de la agrupación, Mori, recuerda con nostalgia los primeros años de la agrupación, cuando todo iba viento en popa. Trata de presentar una maqueta a una discográfica, pero esta es rechazada por la ya avanzada de edad de sus miembros, es demasiado tarde. Resignado a rendirse, por cosa del destino, acaba presenciando uno de los bolos de JASS, donde todos quedan anonadados por el virtuosismo de sus jóvenes integrantes, teniendo que aceptar que su momento ya pasó.

 

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Pero sin importar que tan cruda sea realidad, conmovidos por el amor puro de Dai Miyamoto por el jazz, deciden que seguirán haciendo lo que más les gusta en el mundo: tocar. El final del capítulo es agridulce, The Five sobre un escenario ante solo dos espectadores, hundidos por la apisonadora que puede ser la vida. Panales que están cargados con una composición dramática que te impulsa a soltar el manga y comenzar a aplaudir.

Páginas que se escuchan

Esa es la norma en la obra de Ishizuka. El autor de Blue Giant es consciente de que hacer un cómic sobre música es tarea complicada, el problema: las páginas no se pueden oír. Pero de esta carencia es donde Ishizuka saca su mayor virtud. El dinamismo de las viñetas durante los conciertos son únicas, los detalles en cada movimiento de dedos, las doble páginas que dejan con la boca abierta ante la belleza impresa que tienes delante de tus ojos.

Todo esto consigue que realmente creas que, lo que los personajes interpretan, está cargado de una fuerza única, que cada instrumento tiene una identidad diferencial dentro del escenario. Además, en cada capítulo se hacen numerosas referencias a diferentes canciones y artistas estelares del género. Si se tiene la posibilidad de contar con un reproductor de música con el que poner de fondo estos temas, la experiencia se vuelve el doble de gratificante. Y es que, irónicamente, la pasión por el jazz que Dai consigue transmitir a aquellos que acuden a sus conciertos, se acaba contagiando en el propio lector.

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