Finalizada la gala de los Oscars, es una buena oportunidad para hablar de aquellas películas que han pasado desapercibidas. De entre las decenas de producciones afortunadas que fueron nominadas, 2024 nos ha dejado con un océano de películas que también merecen nuestra atención. Una gran parte de este océano está formado por cine extranjero, y con motivo del marzo asiático, en esta ocasión nos toca poner la vista en Japón.
El 27 de septiembre Kiyoshi Kurosawa estrenaba su última película, Cloud, con un moderado pero positivo acogimiento. Suficiente para ser elegida como la candidata oficial de Japón para la categoría de los Oscars de mejor película extranjera, aunque sin mucha suerte. El director originario de Kobe nos propone un thriller psicológico rotundamente moderno, donde la especulación de compra-venta online es el motor que mueve toda la obra. Con la relevancia de las tiendas online, multitudes de personas han visto una oportunidad de negocio para ganar dinero rápida y fácilmente: comprar en cantidades ingentes, crear escasez, revender más caro. El fenómeno que empezó con los conocidos como scalpers (revendedores de tickets online) es ahora imperante en todo internet. Cualquier persona que tenga un hobby basado en coleccionar, es más que probable que haya tenido que tratar con estos oportunistas. El último caso más sonado fue con el lanzamiento de la nueva colección de cartas de Pokémon. Nada más salir al mercado, cientos de resellers agotaban todas las existencias para imponer una ley seca, obligando a los más débiles a pagar precios absurdamente inflados si querían seguir disfrutando de su hobby. Nuestro protagonista, Yoshii, es uno de estos vendedores.

El trabajo en la fábrica apenas le permite vivir en un apartamento claustrofóbico en Tokyo. Con las formas y el tono de una máquina, Yoshii compra cualquier cosa que ve, sin necesidad de entenderla, con la esperanza de que la suerte esté a su favor y suficientes despistados compren. Y son varios los que muerden el anzuelo. Tanto es así que después de que su jefe le ofrezca un ascenso en la fábrica, Yoshii decide renunciar y centrarse al 100% en su negocio en auge. Con este planteamiento da comienzo una caza contra el vendedor que se ha ganado más de un enemigo en su empresa sin escrúpulos.
El tema de la película es su mejor gancho, y durante su primera mitad sabe aprovecharlo al máximo potencial. Kiyoshi Kurosawa, que no es familiar del gran Akira Kurosawa pese a que el error es entendible, pero sin duda ha aprendido un par de trucos del librillo del maestro. La construcción del planteamiento es a fuego lento, como acostumbra el cine nipón, pero se acompaña con una cámara que es tan serena como precisa. Como lo hacía el director de Los siete samuráis, Kiyoshi Kurosawa usa encuadres muy generales y casi sin movimiento, donde los personajes se mueven y conversan libremente. No son fotografías de gente hablando, como se quejaba Hitchcock en una de sus entrevistas, sino que son planos que se basan en su sencillez para dejar fluir al resto de la narración. Pero esto no quiere decir que la cámara sea del todo inmóvil.
En vez de confiar en un estándar plano contraplano, los dos Kurosawas componen las escenas con formas geométricas. Esta técnica se explica magistralmente en el vídeo The Geometry of a Scene, de Every frame a painting. De forma resumida, explica cómo Akira Kurosawa compone sus escenas en base a puntos de interés, ya sean los ojos de los protagonistas, sus bocas o los objetos que manipulan. De esta forma se pueden dibujar triángulos o cuadrados que ayudan al espectador a leer la escena de una forma sencilla pero eficaz para la intención narrativa. Aún así es recomendable ver el vídeo que, como todos los de su canal, son piezas fascinantes que cualquier persona interesada en el cine debería ver. En el caso de Cloud sirve de ejemplo de esto una de las primeras escenas, donde Yoshii charla con su amigo sobre su negocio. El plano mantiene su encuadre durante un tiempo que sería incómodo en otra película, pero que aquí acompaña al pulso narrativo del guionista. A los dos personajes dialogando se añade un tablero de parchís. El objeto en cuestión no guarda ninguna relación con la trama, pero sí es un recurso muy común. A menudo vemos películas donde dos personajes mantienen un diálogo y de forma simultánea juegan al ajedrez o las cartas. Esto nos comunica una conflicto que va más allá de lo implícito en el diálogo y nos muestra una especie de batalla intelectual. El usar aquí el tablero de parchís muestra esta tensión, pero también incluye cierto patetismo que es clave para la temática de la película. Dentro de este encuadre el triángulo dibujado por los tres elementos se mueve para cargar de matices lo que de otra forma sería una conversación aburrida.
Pero Kiyoshi Kurosawa también es un director de terror, y esta faceta se deja ver en varias de sus escenas. Una aparente tranquilidad se rompe con el arranque de la música, un personaje descuadrado, un movimiento leve pero brusco, un encuadre engañoso que no deja ver lo que el espectador busca… Kiyoshi sabe crear tensión para cargar de atmósfera su planteamiento de terror cotidiano, y lejos de aburrir, sabe perfectamente como mantenerte alerta sin necesidad de cargar de información o de acción sus primeros compases. Es en la segunda mitad, con el motor de la trama a sus máximas revoluciones, cuando todas estas virtudes se diluyen.
Entrando solo en spoilers menores, la segunda mitad de Cloud se compone por la venganza de los afectados por nuestro protagonista. Los escenarios, que hasta ahora habían sido casi exclusivos de interiores, ahora son en su mayoría al aire libre. Tenemos a muchas más piezas moviéndose en el tablero pero la cámara no las aguanta igual de bien. El movimiento se vuelve más nervioso y la composición pierde el interés que sí tenía en los diálogos más calmados. Aunque suene contraintuitivo, la película mantiene mejor el interés en sus escenas más tranquilas que en las de acción. Tiroteos que duran mucho más de la cuenta inmovilizan por completo el avance de la trama. Este problema se hace notar más al tener en cuenta que la acción llega en un momento en el que el espectador está completamente perdido con la motivación de los personajes. Vemos a diversas personas sumarse a la venganza contra Yoshii, pero con la mayoría de ellos no llegamos a entender muy bien qué les lleva a hacer algo tan extremo. Sería más leve si estos antagonistas fueran espontáneos, pero se tratan de personajes que ya han aparecido antes y que no han mostrado ninguna señal de lo que después acabarán haciendo. Todos tienen motivo de odiar a Yoshii pero, o ya eran todos asesinos en potencia, o no se explica bien por qué la mayoría acaba queriendo matar a nuestro protagonista.
Yoshii es de lejos el personaje más interesante y consistente. Encapsula de forma muy lograda a una persona que la situación lo ha llevado a ser tan trágico como patético. La situación siendo el componente de comentario social de la película. Atrapado en su trabajo miserable y en una sociedad que pone la responsabilidad en el individuo, el dinero rápido y fácil es algo que no se puede simplemente ignorar. El negocio de Yoshii es desde luego de dudosa moralidad, pero no es ni de lejos malvado. Cloud salva los muebles en su última escena, donde apresuradamente recoge estos pensamientos para determinar que ha sido el dinero el culpable de la violencia, pero no deja de ser eso, apresurado.
Me quedo con mal sabor de boca no pudiendo recomendar del todo Cloud en este mes de marzo asiático, así que quiero terminar recomendando otra película de Kiyoshi Kurosawa. No es la primera vez que el cineasta utiliza un tema relacionado con la tecnología como leit motiv. Pulse, en 2001, nos planteaba un thriller de terror basado en el boom de internet. Todas las virtudes que comentaba acerca de la primera mitad de Cloud, aparecen en esta película durante toda su duración. La imagen llena de textura, el encuadre simple pero rico en detalles y, esta vez sí, un ritmo que funciona perfectamente en sintonía con la historia que nos quiere contar. El final es desconcertante pero no desdibuja el logradísimo entramado de matices y alegorías que elabora desde su inicio. Es aún más fácil de recomendar si tenemos en cuenta que aunque sea de terror, está libre de jumpscares. También incluye al brillante Kôji Yakusho, que tan mal (y bien) me lo hizo pasar en la preciosísima Perfect Days, aunque su aparición aquí es menor. Donde sí aparece como actor principal sería en otra película anterior de Kiyoshi Kurosawa llamada Cure (dejando claro el gusto por el cineasta por los títulos de una sola palabra). Cierro así por mi parte, ahora sí con mejor sabor de boca, el mes de marzo asiático con tres recomendaciones por el precio de una.