Dirigido por Gia Coppola (sobrina de Sofia Coppola y nieta de Francis Ford Coppola) The Last Show Girl es una película sencilla y sensible. Filmada en solo 18 días, y con Pamela Anderson como protagonista, su pilar principal es la carga emotiva.
El 20 de junio llega a toda Europa The Last Showgirl, el nuevo film protagonizado por Pamela Anderson, en donde encarna a Shelly, una bailarina típica de espectáculos despampanantes y de dudosa calidad en Las Vegas. En la historia, su personaje tiene la misma edad que ella fuera de la ficción (57 años) y vislumbra su propio declive artístico en el momento en que le informan que el show donde participó más de treinta años cerrará para el público debido a sus bajas ventas.
Coppola intenta retratar la dolorosa pérdida de identidad de una mujer que ha dedicado su vida a la pasión por el arte y el espectáculo a costa de un sueldo precario y carecer de seguro social. ¿Quién es si ya no es esa bailarina llena de brillos que sale al escenario cada noche? ¿Qué queda por hacer a sus 57 años cuando su sensualidad “no tiene el mismo valor que antes”?
La juventud no es para siempre… ¿y entonces?
La elección de Anderson como protagonista es lo que distingue esta historia de muchas otras similares retratadas en el cine. Ella ha sabido lo que es ser reconocida por un show de televisión (Baywatch) gracias a su juventud y belleza, convertirse en un ícono del imaginario popular, que se resiste a aceptar el paso del tiempo en su cuerpo y que, a su vez, lo reemplaza rápidamente por nuevas figuras más jóvenes.
No es que no haya trabajado en otras producciones, pero su reaparición en la gran pantalla luego de sostener sus presentaciones públicas sin maquillaje y jactándose de que los años nos pasan a todos y que ello no debería ser razón de vergüenza, vuelve a ponerla bajo el reflector y, esta vez, con gran calidad actoral y emotiva.
Su característica voz aguda, complementa a un personaje inocente y genuino que transita una crisis laboral y maternal, convierte a Shelly en la representación de una fragilidad que enternece y despierta empatía.
Coppola elige un estilo de filmación un poco cruda, con cámara en mano, rústica en los momentos que la historia lo amerita. A esto lo intercala con escenas en exteriores, con luces crepusculares, una Shelly melancólica y entornos de infraestructura deteriorada en Las Vegas. El contraste del amor artístico dentro de un entorno que solo busca ser producto sin cuidar su estética bizarra y los seres humanos que lo sostienen.
Si bien la vejez es un tema recurrente en Hollywood (como en ‘La Sustancia’) y producciones independientes, no deja de ser una problemática a la que no se le presta la atención necesaria. La glorificación de la juventud como sinónimo de belleza y productividad, lleva a búsquedas inalcanzables para pertenecer a un canon el cual no conoce de progreso biológico real. Genera dolor y desconcierto al sentirse fuera de un sistema demasiado estructurado como para hacerle frente.
Jamie Lee Curtis como valor añadido
The Last Showgirl también cuenta con la exquisita participación de Jamie Lee Curtis, quien interpreta a una gran amiga de Shelly. Al igual que ella, ha sentido el peso del paso del tiempo y enfrenta una realidad marcada por la precariedad: sin casa, sin seguro social y atrapada en un trabajo mal remunerado que apenas le permite subsistir.
El reparto sigue siendo bueno cuando hablamos de Kiernan Shipka, Dave Bautista y Brenda Song, con actuaciones que nos hacen olvidar que hay una cámara frente a ellos captando sus movimientos.
Si bien hay momentos en donde la narrativa podría haber ahondado más en la psicología de algunos personajes o complementado diálogos, esta película vale la pena. Vale dejarse conmover y tocar las fibras sensitivas. Vale apreciar que si bien demuestra la existencia de temas que nos falta madurar como sociedad, este tipo de películas vuelven a enaltecer figuras que habían sido dejadas de lado, y que instan a reconocer, nuevamente, su valor.