Die My Love: Jennifer Lawrence, Robert Pattinson y la maternidad sin filtros

El dúo despampanante de Robert Pattinson y Jennifer Lawrence protagoniza una película cruda, honesta y muy prometedora.

Die My Love está basada en el libro de la escritora argentina Ariana Harwicz, cuyo nombre original es “Matate, amor”. La obra fue publicada en el 2012 y recientemente adaptada a la pantalla grande, producida por nada más y nada menos que Martín Scorsese y la misma Jennifer Lawrence. 

Bajo la dirección de Lynne Ramsay, Pattinson y Lawrence protagonizan la historia de una mujer, que luego de tener su primer bebé, se sume poco a poco en la oscuridad de la depresión postparto, lo que la lleva a sentirse  aislada, incomprendida, ajena a su hijo y su pareja. Aún no es seguro cuándo se estrenará en España y Latinoamérica, pero sí sabemos que será durante el 2025.

 

Robert Pattinson y Jennifer Lawrence en una de las escenas de la cinta

Die My Love, Ovacionada en Cannes

Durante el festival de Cannes, celebrado el pasado 24 de mayo, se realizó el preestreno Die My Love, la cual recibió una ovación de nueve minutos. En la conferencia de prensa, los actores hablaron un poco del proceso y aprovecharon para compartir cuánto los interpela esta historia.

“Como madre, fue muy difícil distinguir entre lo que yo haría y lo que ella haría. Y fue desgarrador”, expresó Jennifer Lawrence, que a continuación agregó: “Tener hijos lo cambia todo. Te cambia la vida por completo. Es brutal e increíble. No solo influyen en cada decisión sobre si trabajo, dónde trabajo y cuándo, sino que me han enseñado… es decir, no sabía que podía sentir tanto.” La actriz acotó que su primer hijo había nacido poco antes del rodaje. Lo que la hizo cuestionarse sobre la depresión y la ansiedad que muchas veces da lugar el postparto. Señaló que suele sentirse muy aislante y que, como en el caso de su personaje en la película, esto se ve acentuado por su lejanía con una red de contención.

Robert Pattinson, coprotagonista de Die My Love, quien también fue padre de una niña recientemente, comentó: “Intentar averiguar cuál es tu rol en la relación después es increíblemente difícil.” Refiriéndose a su personaje acotó: “Es como si fuera un hombre simple. No parece ser el tipo de persona que mira videos de TikTok sobre paternidad y demás. Solo espera que la relación vuelva a ser como antes, sin entender por qué les está pasando lo que les pasa, por qué este intruso ha entrado en la relación. Supongo que es un miedo que todos tienen en cuanto tienen un hijo”.

 

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La escritora, Ariana Harwicz, junto a los actores protagonistas

 

Paralelamente, la escritora del libro tuvo su oportunidad de hablar acerca del film para TN, un canal periodístico argentino. “Participé de la alfombra roja y la primera función con los actores ahí, al lado, el elenco completo, el equipo completo, (director de fotografía, vestuarista, directora, escenógrafo y todos los productores, que son muchos, salvo Scorsese). Lo que más me asombró es que yo me imaginaba que iba a haber muchas diferencias entre la novela, que trabaja un lenguaje muy elíptico y literario, y la película, y no fue así”. Además opinó sobre el trabajo de la directora: “Es una película de Lynne Ramsey, que no da concesiones, que tiene elipsis, que no tiene un montaje convencional. Me imaginé que iba a ir por otros lados, tomando la base de la historia, y, sin embargo, es recontra fiel.”

También se debe hablar de maternidades que duelen

El libro “Matate amor” recopila varios condimentos para que su narradora y protagonista se adentre en su sensación de soledad y necesidad de huir: viven alejados en una zona rural, el embarazo no fue deseado, no cuenta con apoyo de, ni siquiera, su pareja, y nadie parece contenerla. Poco a poco esto va desencadenando un relato delirante lleno de paranoia, lujuria contenida, conductas casi animalescas y mucho humor negro. La narrativa es igual de onírica pero llena de honestidad, y muestra como una madre se siente tan sofocada por la despersonalización y tan oprimida por los esquemas sociales sobre la estructura familiar, que su deseo por una realidad distinta, roza la  locura.

 

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Esto inevitablemente nos lleva a repensar la maternidad.  Por suerte, vivimos en una época en donde se elige mucho más que antes, donde tener hijos ya no forma parte del plan de realización del ser humano, sino que se transforma en una posibilidad. Pero esto no sucedía hasta hace poco tiempo, donde tampoco eran visibles los dolores (tanto físicos como mentales), las incertidumbres, los miedos y la ansiedad que acompañan a la experiencia de dar a luz

Quienes transitaban (o transitan) este camino, muchas veces sentían que había algo mal en ellas. Se sentían culpables por no disfrutar a pleno de su rol como madres. Si bien, para muchas, traer un nuevo ser al mundo, es una experiencia reveladora y amorosa, no quita que también esté aparejada de otros sentimientos humanos, muchas veces, existenciales, que calan hondo y que tienen su costo emocional. 

Tampoco es que hoy estemos totalmente libres de pecado… Actualmente siguen existiendo testimonios que cuentan sobre entrevistas laborales en donde se les pregunta a mujeres si tienen planes de embarazarse en un futuro cercano. Como si eso fuera un impedimento a su desempeño y como si un proyecto le quitara competencias intelectuales. 

Elegir, tanto tener hijos como no tenerlos, sigue teniendo un precio alto para las mujeres. Pienso en todas esas mujeres que, luego de dar a luz, se vieron desplazadas de su rutina, invisibilizadas por quienes las rodean e, incluso, por ellas mismas. Pienso en lo que cuesta construir una psiquis estable y autocuidado con consciencia para luego sentir que todo ello puede estar en jaque. 

Pienso en cuántas historias se narran y entrelazan en nuestra actualidad con padres infelices y niños con heridas emocionales. Y no por culpa de estos últimos, sino por el entramado cultural que nos sostiene y que hace que, formar una familia, sea un desafío. Pienso que cada día deberíamos acercarnos a un futuro más amable, donde apoyarnos en la comunidad sea algo diario y nuestras elecciones no nos alejen de nuestra esencia, donde podamos permitirnos dudar o temer; pero con un abrazo contenedor cerca hasta hallar nuevamente la claridad. 

Porque pensar maternidades con más honestidad, respeto y cuidado, no solo tiene impacto en las mujeres: es pensar, a su vez, en infancias más acompañadas y, en consecuencia, en adultos más íntegros mental y emocionalmente. Pensar el bienestar de quienes maternan es, en el fondo, cuidar el marco afectivo de toda una sociedad.

 

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