Cuando el arte sana y por qué debería ser prioridad política

Diagnóstico actual: marginalidad del arte y su verdadero valor

Podríamos remontarnos al año 2020 cuando, durante la pandemia y sus medidas de seguridad, el arte quedó visiblemente relegado de las políticas tomadas. A pesar de ser un gran refugio durante ese tiempo de incertidumbre dentro de casa, fue uno de los últimos rubros en reabrirse al público. Actores y músicos manifestaron el gran problema económico que implicaba para ellos, además de continuar promulgando los beneficios de su arte sensible ante unos oídos que parecían no escuchar. 

Actualmente persiste un discurso que tiende a minimizar el aporte del arte y las ciencias sociales, vinculándolos únicamente con el entretenimiento o con lujos superfluos. Esta mirada ha llevado a algunos gobiernos del mundo a desfinanciar entes promotores de la gestión cultural. Parecen desentender que el arte sea una de las formas más potentes de construcción colectiva, de contención emocional y de memoria social. 

No sabremos con certeza qué motiva estas decisiones, pero lo cierto es que responden a una visión reduccionista que deja a quienes tienen una vocación artística sin otra opción que dedicarse a sus proyectos de forma periférica y a pulmón, mientras buscan desempeñar otros trabajos para sostener una vida digna. Al mismo tiempo, restringe el acceso general a los beneficios de la expresión artística, especialmente los sectores más vulnerables.

Arte, desigualdad y acceso: ¿un lujo o un derecho?

Nos preguntemos: ¿Cuántas veces hemos mencionado alguna escena de una película que nos quedó “grabada” en los ojos de la mente por el impacto que causó? ¿Cuántas veces la frase de un libro produjo bienestar porque la imagen construida nos reconfortó? ¿A qué canciones recurrimos cuando queremos volver a sentir la emoción de un gran momento vivido? ¿Qué otras canciones nos ayudan a transitar una tristeza?

La manifestación artística parece ser la única vía directa a una de las herramientas de supervivencia más importantes en el género humano. Aquellas que, a su vez, también son el marco más sólido que proporciona un sentido profundo a nuestras vidas: las emociones. Años de estudio dentro de la neurociencia han concluido que la emoción tiene un gran impacto y facilita nuestra capacidad de aprendizaje. Lo que nos impacta a niveles sensibles, se imprime en nuestra memoria a largo plazo. Antes que recordar algo que leemos al pasar, lo recordaremos mejor si junto a eso que absorbimos, viene acompañado de una fuerte emoción.

Es por esto que, definitivamente, un solo verso poético que nos impresione será suficiente para impactarnos más que un extenso discurso político. Si no, pongámonos a pensar que si el arte no fuera tan relevante, el marketing no estaría tan embebido en él para alcanzar sus objetivos comerciales.

El arte entra inconscientemente, con un jingle, con una representación cotidiana que nos acoge (como las publicidades de Coca-Cola que siempre muestran cálidos momentos en familia que seguro nos transmiten la sensación de hogar). Entonces vemos que su importancia parece ser reconocida, pero no lo suficiente como para comprender toda su dimensión.

 

Publicidad de la famosa bebida evocando sensaciones fáciles de identificar.

Hacia una política sensible

Lo interesante en estos casos sería integrarlo a la agenda pública en un lugar más central. Que no solo se vea lo esencial de lo artístico como un producto, sino como formas de construirnos y evolucionar. En el ámbito privado existen universidades con todas las prestaciones para llevar adelante formaciones artísticas con un gran nivel. Pero a ello no puede acceder todo el mundo. Lamentablemente, casi siempre, quedarán relegadas aquellas personas pertenecientes a estratos sociales cuyos ingresos no pueden estirarse para pagar estos, tristemente, lujos. 

Si quisiéramos asegurarnos su accesibilidad, se debería apelar a la toma de decisiones pertinentes dentro de las instituciones que estructuran una población. La incorporación del arteterapia en los planes de salud mental de la Salud Pública y en las escuelas debería ser una prioridad. No como un complemento, sino como una herramienta central para el bienestar emocional. Además, sería fundamental que las entidades estatales apoyen activamente los proyectos artísticos en gestación y reconozcan el valor del arte como recurso clave ante situaciones de emergencia social, donde la contención emocional es tan urgente como la material.

¿Cuáles serían las consecuencias de implementar el arte (en sus distintas áreas) tanto como herramienta educativa como parte activa en los programas de contención psicológica? Probablemente nos adelantamos a adivinar que se aceptaría con claridad que las ramas de expresión conforman gran parte de la columna vertebral de nuestra sociedadLas artes visuales, la música, la literatura y el teatro están constantemente invitándonos a repensarnos. No solo podemos dar forma a sensaciones internas que son difíciles de exteriorizar en una charla, sino que: 

  • Nos volvemos cada vez más conscientes de nuestro reflejo en el otro;
  • Se tangibilizan las conexiones con nuestro entorno;
  • Hacemos contacto con sentimientos que nos ayudan a cultivar la esperanza en contextos hostiles tanto de la vida propia como de la vida en comunidad;
  • Agudizamos las lecturas sobre nuestro comportamiento y el comportamiento de los demás;
  • Impulsa y alimenta la creatividad. Entrena nuestra capacidad de formular soluciones aplicables en el ámbito laboral y en el campo de las relaciones afectivas. Pone a prueba límites autoimpuestos en términos cognitivos, logrando una mayor asertividad.
  • Se desarrolla el pensamiento colectivo: Surge naturalmente una necesidad de acompañar. Generalmente, la expresión artística se potencia cuando se la realiza en grupo;
  • Logramos visualizar que con pequeñas acciones cuyo núcleo sean la generosidad y la empatía, se pueden sembrar las semillas de un futuro más amable para el mundo. Esencial para un progreso pacífico social.
Cafayate, Argentina. Mural representativo de la cultura del norte argentino

Para descartar cualquier postura ingenua, es evidente que el arte que no dará de comer a niño hambrientos, ni resolverá conflictos bélicos que se llevan tantas vidas inoscentes, pero sí, quizás, movilice corazones para que eso realmente nos importe. Y se tomen acciones al respecto.

Frente a esta realidad, pensar el arte como un privilegio es un grave error. Manifestarse artísticamente es una necesidad humana desde el tiempo de las cavernas y, por tanto, un derecho. Permitir que todas las personas accedan a espacios de creación es también apostar por una sociedad más sensible, más crítica y más empática. Porque lo artístico no solo embellece: también nombra, recuerda, repara y moviliza.

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